Un intérprete es un profesional competente en la lengua de signos y la lengua oral de un entorno, capaz de interpretar los mensajes emitidos en una de esas dos lenguas a su equivalencia en la otra de forma eficaz.
Puente comunicativo entre las dos lenguas.
El intérprete sólo transmite la información con el objeto de igualar la situación comunicativa entre dos usuarios.
Dentro de esa función, el intérprete debe adaptarse también un poco a las características de cada usuario (si es dislexico, a sus niveles comunicativos, su edad…).
Eliminar las barreras de comunicación entre personas sordas y oyentes.
Facilitar a la persona sorda el acceso a la información en la lengua propia de su comunidad
Favorecer la independencia de la persona sorda al poner a su disposición toda la información, lo cual la sitúa en igualdad de oportunidades que a cualquier otra persona.
Reconocer y hacer efectivo el derecho de acceso a la comunicación e información de las personas sordas
Flexibilidad:
Capacidad para adaptarse a distintas situaciones y contextos culturales y lingüísticos. Se encontrará con personas sordas cuya única comunicación se basa en gestos naturales, otras con lengua de signos básica y otras con lengua de signos elevada. También dentro de los oyentes encontrará muchos niveles.
Si no conoce al usuario, antes de interprertar conviene comunicarse un poco con él, para adaptar la interpertación a ese usuario en concreto.
Autocontrol:
El intérprete requiere mucha templaza en la situación de interpretación, que generalmente conlleva una tensión grande y mucha responsabilidad. El intérprete tiene que estar preparado para que la tensión y los imprevistos no le bloqueen en la interpretación.
Distancia profesional:
El intérprete no debe implicarse emocional y afectivamente en la situación de interpretación, pero tampoco mostrarse frío y distante.
No debe involucrarse aunque la situación le parezca dolorosa o injusta, si no mantenerse al margen. Su papel es el de un mero transmisor de la información, no tiene que solucionar problemas a nadie, sólo traducir de forma exacta.
Discrección:
El intérprete debe tener claras sus funciones y limitaciones y tratar de ser lo más invisible posible. El intérprete es algo accidental en ese encuentro comunicativo, es un mero transmisor de la información. Debe dar la sensación de que la persona sorda y la persona oyente se están comunicando directamente, como si no hubiera un intérprete. El intérprete nunca es protagonista del encuentro comunicativo.
Respeto:
Respetar a todas las personas y tener en cuenta la dignidad personal de cada uno, respetándola siempre.
Concentración:
Capacidad de mantener la atención de forma constante, sin que le afecten las interferencias.
Memoria:
Es necesario retener en la memoria a corto plazo la máxima información durante el tiempo necesario para interpretarla (M.C.P.).
La memoria a largo plazo (M.L.P.) es importante porque ayuda a recordar contecimientos pasados, aumentar el bagaje de cultura general y en general de información que contextualiza el trabajo y lo hace que la interpretación sea más eficaz.
Agilidad y fluidez verbal:
Durante el proceso de intepretación existe una gran presión por el tiempo. Por eso es necesario la agilidad mental para ordenar el pensamiento, extraer ideas principales, secundarias… Ser capaz de razonar y ordenar el pensamiento de forma ágil y rápida, buscar sinómimos, aprovechar perífrasis, traducir metáforas...
Sentido de la responsabilidad:
Tolerancia:
Humildad:
El interprete debe tener humildad suficiente como para reconocer limites y equivocaciones propias. Necesita humildad para aceptar una círitica constructiva por parte de los compañeros de trabajo y clientes.